Ante una situación mundial contemporánea donde el individualismo es el síntoma rector del sistema económico neoliberal y también de las relaciones intersubjetivas materializadas en los sentimientos, surgen nuevas formas de resistencia que emergen de la vulnerabilidad y dignidad del otro: la indignación y la solidaridad. Esta última como base o fundamento de la indignación trae a la escena de la discusión la necesidad de comprender el encuentro entre humanos como una relación ética más que una simple percepción de su presencia.Es la educación una de las más potentes estrategias para la formación de sujetos indignados con razón y capaces de subvertir a partir de la acción política el orden instituido, cuando éste se torna hostil, inequitativo y generador de sufrimiento. Bajo este marco conceptual se plantean cuestiones que permitan ampliar la discusión y contribuir a diversificar las formar de indignación: ¿Cómo contribuir a la formación de sujetos capaces de subvertir el lugar preponderante que se le ha dado al poder adquisitivo en la escala social?, ¿Cómo desarrollar la capacidad de indignarse frente la naturalización del clientelismo, la corrupción y las múltiples violencias?